
MANUAL DE AUTOAYUDA PARA SOLTEROS
Por Pablo Cesar Colombo
En el amor me han dicho que soy dulce, que soy tierno o que soy suave; ninguna jamás me ha acusado de ser recio. Macho alfa tampoco, en realidad ni siquiera que soy beta. Creo que ranqueo de sigma para abajo, con pi me daría por más que satisfecho.
Señoras pretéritas me han dicho varias veces que tengo linda cara, y yo que soy tan bueno me lo creo. Pero soy tan tímido en la arremetida que siempre me quedo en los aprontes. Frente a una pantalla y con tiempo suficiente (verbigracia: ahora mismo) me llevo bien con las palabras, pero en modo presencial me pongo tan nervioso que me trabo, me bloqueo y, si me disculpan, parezco un perfecto pelotudo.
Cuatro años de divorciado, cuarenta y pico de aportes y sesenta y cinco en todos lados, vaya uno a conseguir pareja. Una app de citas parece ser una opción viable, pero se cansa uno de besar sapos sin que sucedan las princesas y, lo que es peor, ellas pensarán exactamente lo mismo. El proceso resulta aún más tedioso, porque el ciclo de vida comienza exactamente desde renacuajo. Cuando se llega al café de relojeo yo les dijo que Tinder quiere decir estopa y que match quiere decir fósforo, y te miran como diciendo “y a mí qué mierda me importa”. Es que el don de lenguas no está suficientemente valorado, excepto bajo determinadas circunstancias.
Los filtros, los filtros. Empecé a pedir, mínimo, formación terciaria. No es que sea un elitista: si es por ir, cualquiera va a la cama, pero después te ponen Gran Hermano y ahí te querés pegar un tiro en las pelotas. El domingo al mediodía te regalan raviolada, sí, pero de postre sale La Peña del Morfi, con Diego Leuco y Lizzy Tagliani, te lo juro. Todavía estoy corriendo.
Claro, con las universitarias la inmensa mayoría serán médicas, odontólogas y bioquímicas, que además de los libros de su profesión solo han leído a Paulo Coelho. Consultorio en Belgrano o en Palermo, quinta en Pilar y otras calamidades, prefiero mil veces Gran Hermano.
Y finalmente están las que buscan un hombre recio, varonil, un macho alfa. Lo lamento veteranas, aquí no hay más macho que la gata. ¿No oyeron hablar del macho deconstruido? Yo no estoy deconstruido: en realidad, nunca me armaron. Si quieren uno, ármenselo con el Playmobil. Eso sí: vienen sin pito.