
GRINCH NO SE NACE, SE HACE
(Y YO ME HICE GRINCH ENCIMA)
Por Mónica Gervasoni
Siempre se dijo que la Navidad saca lo mejor de uno. Sí, claro. Porque a mí lo que me saca es la contractura cervical, los gastos inesperados y una tendencia preocupante a pensar:
“¿En qué momento me convertí en la Grinch, la versión femenina de ese ser horripilantemente peludo, verde y chinchudo, de la city?”
Pero ojo: Grinch no se nace, se hace. Se cocina a fuego lento.
Como yo, que crecí como un bonsái emocional: regada a destiempo, podada de más y petisa para siempre. Petisa, por ejemplo, intentando en vano, Navidad tras Navidad, poner la estrella en la punta del árbol: un pino de plástico verde que llegaba al techo. Ni con todos los banquitos de la casa lograba treparme. Y cuando finalmente lo conseguía, el gato -que, of course, había llegado mucho antes que yo a esas alturas- me miraba con infinita pena.
Conclusión: durante años llegué a las doce del 24 de diciembre cuadriculada por los zarpazos del minino, con la estrella incrustada en el alma y varios magullones producto de que, uno por uno, los banquitos se fueron al diablo. Se desbarrancaron conmigo, el árbol, la estrella y el gato, todos juntos al piso. Eso sí: hasta las doce en punto, al menos, la estrella quedaba bien puesta.
Así que mientras Navidad tras Navidad otros evolucionaban espiritualmente, yo evolucioné hacia una señora que llega a las 18 horas de todos los 24 de diciembre con ojeras de mapache que trabaja en el puerto, clamando por dormir una siestita. Por el amor de Dio.
Además, ya no tengo madre, ya no tengo padre. Ahora tengo hijos, nueras, yernos, novios, exnovios, novios de las nietas, el amigo entenado, el tutor, el encargado del edificio y el vecino que me dice “Feliz Navidad” como si nos conociéramos de toda la vida.
Uno: no lo juno porque no lo veo ni de cerca. Dos: me frustra porque, si lo juno, no me acuerdo.
Si todo esto no te hace Grinch —yo soy Madonna. Tomo un trago de agua y sigo.
Mi árbol de Navidad tiene menos ramas que mi árbol genealógico. Se fue achicando. Cualquier parecido con mi realidad, no lo digan, por favor.
Me parece que mi árbol está más Grinch que yo. Corre con ventaja: ya es verde. No esperanza precisamente, sino verde viejo. Está cansado de que el perro le mee las bolas, de que le tironeen las ramas para colgarle las lucecitas y después se las vuelvan a tirar para desenredarlas. Cansado de que el gato mire el pesebre diminuto, pero insista en dormir ahí y, en cada parpadeo de las luces, le tire un zarpazo porque está aburrido.
Por si todo eso fuera poco, la psicóloga me abandonó. Me dijo que piensa tomarse vacaciones sabáticas… de mí. Por tiempo indeterminado.
Al ángel de la guarda lo pesqué mirando para otro lado, con la excusa de que para Navidad hay mucho trabajo como para andar ocupándose de mí.
No sé qué le pasa a los huevos, pero desde hace algunos años se me viene cortando la mayonesa casera. Y sin mayonesa no hay vitel toné. ¿Y qué gracia tiene la vida, entonces?
Por eso, cuando llegan estas fechas, la gente dice que “la Navidad une a las familias”. Yo creo que une discusiones, sillas de plástico y balances existenciales. Porque no importa lo que pase: siempre hay un silencio incómodo cuando alguien pregunta: -¿Quién trae la ensalada rusa? ¿Y la abuela?
En ese orden de importancia. Que no me molestaría… si la abuela no fuera yo.
Así que sepan que, si me ven medio ácida, estoy metamorfoseándome en la versión femenina del Grinch: ese peludo verde, de humor espantoso. No es maldad. Es herencia emocional + falta de sueño + espíritu navideño vencido.
Y también es pavor. El pavor de preguntarme si este año, otra vez, podré sobrevivir al caos: dos terremotos de nietos, cuatro gatas, algunos perros, los mosquitos, los jejenes, el tránsito y la mar en coche.
¿Que si quiero festejar Navidad? Obvio.
Con mis afectos, mis disfunciones, mis adornos de 1998 y mi deseo sincero de que todo salga lindo. Rezar, por ejemplo, para que si encendemos un globo aerostático no se incendie a mitad de camino: ni él, ni yo, ni mi casa, ni la casa de los vecinos.
