
EL NONO DEL PIO
Por Gabriel Steinberg
La cena de nochebuena es algo medio parecido al primer año de matrimonio. Desde los preparativos arranca todo con puro amor y dulzura, pero todos sabemos que seguramente termina como el orto. Casi casi que tendrían que transmitirlo por canal 9 todos los años, de la misma forma que hacen con «Rey de Reyes» para Semana Santa. Ya sabemos el final, sin embargo la vemos, la volvemos a ver y la seguimos viendo.
Alguien podría decir tranquilamente mirando mi apellido: ¿Y vos qué carajo tenés que hablar de la Nochebuena? Pero será por buen tipo, o por gordo, que siempre me invitan…
La dueña de casa empieza una semana antes, decorando, limpiando y haciendo el recorrido por el barrio para ver quién le presta unos banquitos, por las dudas. Con los jóvenes de la familia nunca sabés si sobre la hora te dicen que no vienen, que vienen con la pareja, o con un amigo, o con las parejaamigas porque como ahora ellos son lgtbq+-X%&/»#°|… no sabés ni cuántos son de familia, ni quienes la forman.
Los adultos son más ordenados, me refiero a que sus problemas son más ordenados. Sería tan fácil que cada uno repita lo del año anterior, pero no. Salvo si la tía que siempre llevaba el matambre y la lengua justo se murió ese año, de paso faltaría un banquito menos.
-Que no lo traiga Marta, ella le pone mucho ajo y a mí me hace mal, lo hace a propósito. Tiene la lengua freezada desde septiembre porque la compró más barata. Yo ni la pruebo.
Otros aparecen con recetas «copadas» que vieron en Tik Tok, y capaz terminamos comiendo Vitel Toné a la naranja o la Torre de Panqueques con una capa de chia en el medio (dicen que es buena para mover el vientre).
En fin, extraño las fiestas de mi vida anterior, la de casado, en donde estaba asegurado el lechón frío en nochebuena y el cordero caliente para el almuerzo de navidad.
Pero no me tengo que olvidar que acá estoy de colado, me callo y sigo catando…
Pavita. No debe haber carne más seca en el mundo, es como comer cáscara de durazno sin durazno. Mirá que hay comidas para aplaudir eh?, de esas que llevan horas, sin contar el ya conocido aplauso para el asador, pero no…
De repente explota el aplauso con silbidos incluídos cuando aparece la nuera de la dueña de casa con un pionono, que destapa como si estuviesen inaugurando una concesionaria.
Sí, señores, aplauden un pionono.
No debe haber comida más pelotuda de hacer que un pionono. Llamás a Rappi, pedís un pionono, una lata de atún, un poco de mayonesa. Enrollás y listo. ¿Cuál es la parte difícil? ¿Sacar el pionono de la bolsa?
Prefiero ni hablar de los ratones que traen Manaos y toman Coca, o los que traen un pollo y comen costillar. Les prohibiría el pan dulce y les daría esas pelotas de colores duras que parecen balas de la Prefectura. Mínimo te rompen dos muelas por confite.
Encima está esa costumbre chota de cenar temprano. Son las 23:00 hs. y ya está el tío borracho hablando boludeces, el primo pajero mirando a la nueva novia del hermano, la mesa dulce ya puesta, pero… ¡no se puede tocar nada hasta las 00:00 hs!
Y ahí viene la otra parte que me complica. El Gordo.
En primer lugar, ¿por qué es gordo el Santa Claus si viene subiendo y bajando del trineo desde el Polo Ártico?
Por otro lado, yo quiero traer dos celulares de Chile y me piden mil trámites. El Santa con una bolsa llena de cosas trae lo que se le ocurre y pasa absolutamente todas las fronteras y aduanas del mundo sin que nadie le rompa las bolas.
Finalmente llegan las 12, regalos, besos falsos y chín chín.
En estas épocas ni hablar de fuegos artificiales. Como si antiguamente los perros hubiesen sido sordos o los chicos autistas más copados.
En fin, dicen que las comparaciones son odiosas, pero esto en Rosh Hashaná con los kniches, los vareniques y el guefiltefish no pasa.
Encima si al Tatele Noel lo peleás un poco, algún otro regalo le sacás…
